Parece la epidemia de
finales del siglo XX, 1 de cada 20 niñas de 15 años padece anorexia. El 60% de
los casos se cura por completo, al 35% le quedan síntomas residuales el resto
de su vida, el último 5% muere.
Es en el mundo occidental
donde se está produciendo el progresivo aumento de los trastornos de la
alimentación, especialmente de la anorexia nerviosa. “Su incidencia en países
subdesarrollados es prácticamente nula, por lo que es posible afirmar que nos
encontramos ante una enfermedad con claros factores socioculturales como
desencadenantes.”
Resulta curioso comprobar
cómo en Estados Unidos, donde conviven varias culturas, alguna de ellas, como
la población de color, parece estar inmunizada ante esta enfermedad. ¿Por qué?
Existen culturas en las que "se lleva" la mujer gordita con brazos
voluminosos, dedos gruesos, muslos rollizos y caderas anchas. Mujeres que son
signo de opulencia, de prestigio social y representan un cuerpo lleno de
energía y salud.
“Hasta ahora el porcentaje
era significativamente mayor entre la población de clase media-alta, si bien es
cierto que los últimos estudios demuestran una ininterrumpida homogeneización
de las tasas de incidencia dentro de los diferentes niveles socioeconómicos.”
El 95% de los casos
descritos son mujeres, pero no olvidemos que queda un 5% restante. Este
artículo está escrito en femenino sin con ello querer menospreciar a ese 5% de
chicos que padece trastornos de alimentación. Aun así, cualquier observación
física, emocional o conductual de las que se tratan a continuación, es válida
para ambos sexos.
Existe una clara
distribución por edades, siendo las más afectadas entre los 12 y los 25 años,
encontrando un grupo de mayor riesgo entre los 14 y los 18 años. Centrándonos
en este momento parece clara la relación entre la etapa de la adolescencia y la
posibilidad de encontrarnos con un episodio de anorexia o bulimia nerviosa.” Es
el período en el que nuestra hija empieza a forjarse su personalidad,
alejándose y poniendo en entredicho cualquier consejo, observación o propuesta
que proceda de los padres (¡¡Déjame que sea yo quien lo compruebe, mamá !!!!).” Para empezar debe enfrentarse al cambio físico de su cuerpo
que supone la adolescencia, por lo que la confianza en sí misma se tambalea.
Deja de ser la niña de la casa para convertirse en una mujercita que debe estar
a la altura de sus iguales, siendo su espejo esa compañera del cole con gran
éxito social o las top-models de extrema delgadez con las que los chicos forran
sus carpetas.
Los trastornos de la
alimentación son síntoma de una sociedad en la que se exige una mujer 10. Las
adolescentes no están preparadas para el continuo bombardeo de cuerpo perfecto
en los medios de comunicación. “Su personalidad está empezando a madurar y es
fácilmente influenciable, por lo que son un "blanco perfecto". La sociedad implica un patrón generalizado de conductas a
seguir. Existen estereotipos, requisitos culturales y, sobre todo, sociales que
les llevan al ideal de belleza femenino de hoy en día. Este ideal implica una
presión social; aquellos que lo cumplen son aceptados, gustan y se sienten
satisfechos con ello; por el contrario, los que se desvían de los cánones
sociales sufren, generan complejos sin motivo y aumentan su inseguridad
personal. “No hay más que irse a una tienda donde suelen comprar las
adolescentes, y comprobar la cara de frustración de una chica de catorce años
por "no entrar" en una talla 36.” Son éstos los
que tienen una mayor probabilidad de verse afectados por alguno de los
trastornos de alimentación.
El gran problema es que
estos casos suelen tratarse cuando la enfermedad ya está avanzada. Una de las
principales características de las anoréxicas es que no se sienten enfermas,
por lo que no creen que tengan que decirle nada a nadie. Si a esto unimos la
dificultad que implica para unos padres aceptar la carrera autodestructiva que
ha elegido su hija, nos encontramos con más problemas de los que tendríamos si
lo hubiéramos detectado a tiempo. La anorexia se inicia de manera lenta, por lo
que jugamos con ventaja, pero de forma progresiva, por lo que no podemos bajar
la guardia.